27 de marzo de 2009

Evolución, mujeres y partos: principales cambios evolutivos.

No cabe duda que lo que mas nos gusta a los estudiantes de las ciencias biológicas es llenarnos la boca con eso que llamamos Teoría de la Evolución (y recuerdo que en ciencia una teoría es algo que esta demostrado), por lo que ¿que mejor manera de hablar de biología que juntando los dos elementos favoritos de los biólogos: la evolución y el sexo?.

Claro, al fin y al cabo nacemos para reproducirnos...

Recientemente tuve el placer de asistir a una conferencia dada por el profesor José Enrique Campillo Álvarez de la Universidad de Extremadura en la que trataba la evolución humana desde el punto de vista reproductivo, y cómo los cambios en las costumbres de los homínidos llevaron cambios, mas drásticos si caben, en la fisiología de nuestros antepasados.

La historia es bien sabida por muchos, pero no viene mal recordarla.

Hace muchos, muchos años, en el corazón de áfrica uno de esos inviernos fríos de por aquel entonces, comenzó a hacer mas calor del esperado. La verde selva ecuatorial de la zona comenzó a despejarse y sus habitantes comenzaron a ver cómo escaseaba la comida.

En unos pocos cientos de años lo que era húmedo y productivo se convirtió en una sabana de herbáceas, con pocos árboles, con una baja disponibilidad de alimento para unos herbívoros cómo los monos arbóreos, que sentirían en su estómago cómo escaseaba la comida.

La postura bípeda se atribuye a la ventaja evolutiva que supone la capacidad de ver el terreno (despejado y cubierto de hierbas de porte alto) desde una distancia mayor que otros animales cuadrúpedos. Aunque hoy en día sabemos que esto no fue una ocurrencia exclusiva de la línea filogenética que dio lugar al género Homo, si que podemos llegar a pensar, a falta quizás de estudios que abarquen la fisiología de los simios bípedos prehistóricos, que nuestra especie (o mejor dicho, nuestras especies antecesoras) fue la que supo solventar los problemas de caminar a sólo dos patas, convirtiéndolos en ventajas.

¿Que problemas supuso el bipedismo?

El primero y mas evidente es un cambio en la postura del mono (claro, eso ya podía haberlo pensado cualquiera), pero el cambio postural lleva asociado el que los huesos de la cadera del simio pasen de soportar algo menos de la mitad del peso del animal (pongamos que la parte que reposa sobre la inserción de los cuartos traseros, que sería algo menos de la mitad del cuerpo) a tener que cargar con cerca de unas tres cuartas partes del peso total. Evidentemente el problema para los primeros bípedos fue que una cadera mas robusta necesita una inversión mayor de energía que una cadera de un animal que se apoye con las manos cómo un gorila o un chimpancé.

Y no sólo era importante el poseer una cadera mas robusta, si no que era imprescindible que se hiciera mas compacta y ancha, para mantener el cuerpo sobre el centro de gravedad y para que la inserción de los fémures sea mas fuerte que la de los simios predecesores.

A lo que vamos: los cambios en la cadera de los homínidos implicaron en primer lugar que las crías tuvieran un problema muy serio para poder salir de sus madres por el hueco que dejaban los huesos, ya que el cerebro de un recién nacido está tan desarrollado que el cráneo es incapaz de atravesar la cadera materna sin realizar una serie de complicados movimientos.

Siguiendo las proporciones del resto de primates, los seres humanos deberíamos nacer con un cerebro del 33% del volumen total del adulto (unos 1350 centímetros cúbicos), cuando en realidad el cerebro de un recién nacido es de un 28% del adulto (ese 5% supone una diferencia de 120 centímetros cúbicos) para que pueda salir del útero sin problemas. La evolución nos llevó a partos mas prematuros, ya que siguiendo de nuevo las leyes zoológicas para un parto de un primate de nuestro tamaño deberíamos tener un periodo de incubación de dieciséis meses en lugar de nueve.

Partos mas prematuros significan crías que necesitan cuidados postnatales mayores, pero eso lo veremos mas adelante.

Para mas problema, la vagina de las homínidas se había desplazado de una posición perianal a una situación frontal, aunque no lo suficiente cómo para permitir que el parto fuera controlado por la propia madre cómo ocurre con los simios cuadrúpedos, que son capaces de tomar a la cría recien nacida en el mismo momento de parir.

No obstante el desplazamiento de la vagina hacia adelante permite la cópula delantera, permitiendo acciones complementarias de excitación sexual y dando lugar a un desarrollo evolutivo de los caracteres sexuales secundarios frontales. La cópula no es sólo una fecundación en sentido biológico si no también un momento de reforzar los lazos entre la pareja.

Debido a la forma que tienen los cabezones bebés humanos de nacer, retorciendo la cabeza y dando la espalda a la madre, una manipulación de la cría en el momento del parto por la madre podría ocasionar una lesión medular o incluso la muerte de la cría (aunque tenemos claro que hace 10.000 años un recién nacido tetrapléjico no tendría gran expectativa de vida). Así se hizo necesaria la asistencia a la madre durante el parto (con lo que parece que el trabajo mas antiguo de la humanidad sería la matrona) bien desde el padre, bien desde otros familiares o miembros del grupo.

Con este nuevo rol entre los miembros de la tribu-familia llega la vejez, considerándola cómo el periodo de la vida de un adulto en el que ya no es capaz de reproducirse, pero que sin embargo tiene unas funciones tan importantes cómo ayudar a sacar adelante a las crías de las crías (es decir, los nietos, que llevan un 25% de la carga genética de un abuelo o abuela) o cómo papel de hombres o mujeres sabios del grupo.

¿Y respecto a los machos de la familia? ¿que le impide a los hombres copular con una hembra y abandonarla a su suerte?

De todas las hembras de los mamíferos las mujeres son las únicas que tienen una receptividad a la cópula aún cuando no están en celo (bueno, lo llamaremos periodo fértil que es mas adecuado). Con lo que su estrategia para mantener al macho cerca es darle lo que quiere, sin que este conozca los periodos de fertilidad de su compañera, de tal manera que las cópulas frecuentes, son las que garantizan que la mujer quedará preñada.

Para que ocurra una recepción sexual adecuada, la hembra posee otra característica única en el reino animal: el orgasmo femenino, cuya utilidad es puramente placentera, ya que no contribuye ni participa para nada en la fecundación. Con la comodidad del macho para disponer a voluntad de una hembra receptiva sin tener que buscar ni cortejar continuamente a las mujeres del poblado vecino se crea un vínculo entre el hombre y la mujer, del que esta última obtiene la ayuda que necesita para sacar adelante a sus crías.

Hay que recordar que la evolución humana ha estado ligada a un proceso brutal de cambio climático: desde el cambio de selva a sábana en áfrica hasta los periodos glaciares que pasaron los primeros Homo sapiens y H. neanderthalensis, ante estos cambios tan brutales en la composición del paisaje era primordial el desarrollo de la ayuda mutua entre familiares y mas aún cuando alguna mujer del grupo daba a luz a un nuevo miembro indefenso e incapaz de valerse por si solo.

Continuará.

24 de marzo de 2009

El niño, el lince y el cura.
Desde la aparición de la campaña perpetrada por la conferencia episcopal contra el aborto voluntario han aparecido multitud de opiniones por todos los medios. Desde internet me ha parecido muy oportuna la siguiente, de Javier Armentia:
La Declaración (¿De Fe?) De Madrid Y Los Mil Científicos Justos (¿O No Tan Justos?)